El libro de la "Razón suprema y de la virtud" chino, el TAO - TE - CHING, en su 67° mandamiento dice textualmente: "No quemarás ni las praderas ni los bosques de las montañas". El poeta de la dinastía Song Huang Tinkien escribió en su "ODA A LOS ABETOS " = " ODIO LOS GRANDES NAVIOS DE CIEN PIES SOBRE EL RIO ORING. Es para ellos que la hacha y la sierra atacan lo que había resistido al hielo de los años".
Platón se lamenta en su dialogo del CRITIAS, evocando el mito de la Atlántida, el continente desaparecido, y de la edad de oro.
"Como ha ocurrido en las pequeñas islas lo que queda, comparado con lo que existía entonces, parece un cuerpo descarnado por la enfermedad. Toda la tierra gruesa y blanda que había desaparecido y no queda más que EL ESQUELETO desnudo del país. En ese tiempo (...) las planicies que hoy llevan el nombre de PHELLEUS estaban llenas de tierra gruesa; en las montañas había grandes bosques, de los que aún quedan vestigios visibles. Sí, entre las montañas, había algunos que alimentaban sólo a las abejas, no hace mucho tiempo que cortábamos los arboles para llevar a cabo enormes construcciones cuyas vigas aún existen. También había muchos arboles que daban frutas y la tierra producía infinitas cantidades de forraje para el ganado. La tierra recogía las lluvias anuales de Zeus y no perdía, como ahora, el agua que fluye desde la tierra desnuda hacia el mar, como la tierra era gruesa recibía el agua de su seno y la reservada en la arcilla impermeable, dejaba escapar en los valles el agua de las alturas que había absorbido y alimentaba por todas partes abundantes fuentes de aguas de ríos caudalosos. Los santuarios que subsisten cerca de las fuentes de otrora dan testimonios de lo que les digo".
Platón se preocupa por la devastación de los bosques mediterráneos, pues entiende que son fuentes de vida. Cicerón en su segunda filosófica asegura: "Los destructores de bosques son los peores enemigos del bien público".
Plinio el viejo, en su "Historia Natural" escribe: "cuando el bosque, que contiene y dispersa las tormentas, es destruido en las colinas, los torrentes funestos se concentran".
En la mitología ERYSICHTON, el asesino del árbol divino, es castigado con el hambre y debe devorarse a sí mismo.
En el Apocalipsis, 9:4 se lee: "Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes".